Ana Bolena, la segunda esposa del rey Enrique VIII de Inglaterra, fue condenada a muerte y decapitada solo tres años después de su coronación como reina. Sus últimos días fueron de gran tensión y angustia.
El 18 de mayo de 1536, en la Torre de Londres, Ana Bolena esperaba noticias sobre su ejecución. Había sido acusada de adulterio, incesto y traición. Sin embargo, durante su juicio, Ana Bolena habló tan elocuentemente que la gente había empezado a pensar que las acusaciones eran un invento para librarse de ella.
En sus últimos días, Ana Bolena pasó de la risa a las lágrimas y parecía resignada a su suerte. El día fijado para su ejecución, apenas tres días después de que terminó su juicio, Ana Bolena mandó a llamar al encargado de organizar la primera ejecución pública de una reina de Inglaterra, el alguacil de la Torre, Sir William Kingston. En esa conversación, Ana Bolena juró en el santo sacramento que era inocente de todos los cargos de los que la habían juzgado culpable.
Ana Bolena fue acusada de adulterio, incesto y alta traición. Según las acusaciones, Ana Bolena había mantenido relaciones sexuales con varios hombres de la corte, incluido su propio hermano. Un músico al servicio de la reina llamado Mark Smeaton confesó bajo tortura haber sido su amante.
Además, se le acusó de utilizar magia negra para embrujar al rey y de conspirar para asesinarlo. Sin embargo, la mayoría de los historiadores coinciden en que su único crimen fue no haber dado a luz a un hijo varón; el hijo que Enrique VIII esperaba ansiosamente, y que heredaría el trono de Inglaterra.
Es importante destacar que, a pesar de las graves acusaciones, muchos creen que el juicio fue una farsa organizada por Enrique VIII para librarse de Ana Bolena y casarse con su nueva favorita, Jane Seymour.